Muy consumido en África y Asia, está siendo redescubierto en
Europa, asociado sobre todo a la nueva cocina sana. Es el cereal más
rico en hierro y tiene un sabor delicado que ofrece mucho juego como
alternativa al arroz o a la pasta.
El mijo es uno de los alimentos humanos más
antiguos. Procedente del África central, su cultivo pudo extenderse
hace 2.000 años hacia la India y China por el este, y hacia Asia
Menor y Europa por el norte.
Hoy, de los 30 millones de toneladas de mijo que
se producen cada año en el mundo, el 90% es utilizado por los países
en desarrollo. De esta cantidad, aproximadamente dos terceras partes
se destinan al consumo humano, y el resto a piensos, a la elaboración
de bebidas alcohólicas y a usos agrícolas.
Mijo, gran fuente de salud
Como cereal excepcionalmente rico en hierro, el
mijo se recomienda en casos de debilidad física, fatiga, anemia,
astenia, falta de ánimo y menstruaciones abundantes. Resulta también
muy útil para mujeres embarazadas o en periodos de lactancia.
Favorece la regeneración celular y por tanto se considera excelente
para fortalecer la salud de la piel, los cabellos, las uñas y los
dientes.
Por su alto contenido en magnesio, el mijo se
considera un cereal muy apropiado para los deportistas, que con el
sudor pierden muchos minerales. Además de combatir el agotamiento y
permitir la recuperación tras el esfuerzo físico, alivia los
calambres musculares y fortalece los músculos.
El mijo resulta igualmente eficaz para defenderse
del estrés y la irritabilidad nerviosa, para reducir la intensidad y
frecuencia de los ataques migrañosos, y como apoyo en regímenes
adelgazantes. Se encuentra, además, entre los pocos cereales sin
gluten, lo que resulta interesante para las personas celíacas.
Un sabor rico en matices
El mijo puede constituir una interesante
alternativa al arroz o a la pasta de trigo. En África se elaboran
con él diferentes panes y galletas nutritivas, así como
determinadas bebidas alcohólicas. Es un cereal muy energético,
idóneo para el desayuno –en el muesli de cereales, por ejemplo,
aunque es poco usual– o para integrarlo en la dieta previa a una
jornada deportiva o una salida de excursión.
En general, el mijo presenta un sabor suave, que
hay quien relaciona con la mantequilla y quien lo definiría como
anuezado, pero en cualquier caso da buenos resultados junto a otros
ingredientes de sabor más fuerte o intenso, a los que aporta un
matiz fino, muy especial.
El mijo se puede incluir en ensaladas variadas,
pero también combina bien con legumbres (mijo con lentejas al horno
o mijo con garbanzos), con soja en sus distintas formas (tofu, tempe,
miso), y con verduras y hortalizas, sobre todo las dulces (budín de
mijo con zanahoria y jengibre; ñoquis de mijo con col lombarda; mijo
y coliflor gratinados…). Es también un buen ingrediente de pizzas
y hamburguesas
vegetales, y de cremas y sopas de verduras,
entre otras opciones. Su textura crujiente captura bien los aromas de
los ingredientes que lo acompañan y no cansa al paladar, pues su
sabor no domina en el plato.
El mijo es un cereal de cocción rápida, muy
fácil de cocinar. Como el grano es muy pequeño, antes de cocerlo,
es preciso lavarlo y escurrirlo bien. Luego se tuesta ligeramente en
una sartén, para inmediatamente después cocerlo en agua caliente,
esperar a que hierva, y dejarlo a fuego suave unos 20 minutos o hasta
que adquiera una textura esponjosa. Una vez cocinado, desaparece por
completo el ligero deje amargo que desprende.
Se suele cocer de forma irregular, de manera que
algunos granos pueden quedar totalmente cocidos y abiertos al mismo
tiempo que otros permanecen firmes y crujientes. A la hora de
conservarlo de forma óptima, se aconseja guardarlos en recipientes
herméticos, a ser posible de vidrio, y mantenerlos alejados del
calor y de la humedad.
ecoportal
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