Hay muchas maneras de preparar calabacines, como los rollitos que verás más adelante, o estos ricos canelones. Para el relleno podemos usar puerro, calabaza, queso y remolacha. La combinación de todos estos le da un sabor buenísimo. Y como base de los canelones, podemos colocar un puré de patata con trufa.
En 2009, el grupo ETC publicó un informe que mostró que 70 por ciento de la población mundial se alimenta gracias a la producción de las redes campesinas y otros proveedores de alimento en pequeña escala. El dato provocó sorpresa y a veces negación, porque las trasnacionales que dominan la cadena alimentaria industrial se han encargado de hacernos creer que son imprescindibles y que sin ellas no se podría alimentar a la población, lo cual es totalmente falso.
En la nueva versión revisada y aumentada, publicada en 2017, se reafirma que más de 70 por ciento de la población mundial acude a la red campesina para toda o gran parte de su alimentación, aunque esta red sólo dispone de menos de 25 por ciento de la tierra, agua y combustibles usados en agricultura. La publicación ¿Quién nos alimentará? ¿La red campesina o la cadena agroindustrial? se puede descargar en http://www.etcgroup.org/.
Por otro lado, la cadena alimentaria agroindustrial ocupa más de 75 por ciento de esos recursos, pero sólo alimenta al equivalente de 30 por ciento de la población mundial. Al mismo tiempo es una fuente de problemas de salud y ambiente, y es el principal generador de gases de efecto invernadero que provocan el cambio climático, según datos de Grain (https://tinyurl.com/yda3vp3z).
Lo que en ETC llamamos red campesina incluye a las y los campesinos e indígenas, pastores, recolectores, cazadores, pescadores y pescadoras artesanales, además de mil millones de campesinos urbanos que mantienen traspatios, crianza de pequeños animales y huertas en medios urbanos, lo que en total suma más de 4 mil 500 millones de personas. La mayoría de ellas realizan por momentos una u otra de esas actividades, además de que por razones económicas alternan con empleos urbanos.
Definimos a la cadena alimentaria industrial como una secuencia lineal de eslabones que van desde los insumos agrícolas (genética vegetal y animal, agrotóxicos, fertilizantes, medicina veterinaria, maquinaria agrícola) hasta lo que se consume en los hogares, pasando por las cadenas de procesamiento, empaques, refrigeración, transportes, almacenamiento, venta a granel, al menudeo o en restaurantes. Desde semillas a supermercados, la cadena está dominada por una veintena de trasnacionales, a las que se agregan grandes bancos, inversionistas, especuladores y políticos.
Son amplios los impactos negativos de esa poderosa cadena, tanto en las economías locales y nacionales como en la salud y el ambiente, incluso más allá de los que conocemos.
Por ejemplo, por cada peso que los consumidores pagan por los productos de la cadena industrial, la sociedad paga otros dos pesos para remediar los daños a la salud y al medioambiente que provocan. Según datos de 2015, se gastan 7.55 miles de millones de dólares por año en alimentos industriales, pero de esta cantidad, 1.26 mil millones son alimentos consumidos en exceso, que provocan obesidad, diabetes y otras enfermedades y 2.49 mil millones son alimentos que se desperdician. Además de la cifra pagada directamente al comprar productos, la sociedad paga por daños a la salud y ambientales otros 4.8 mil millones dólares. Por tanto, del total de gastos relacionados a la alimentación industrial (12.32 mil millones de dólares anuales) ¡70 por ciento es contraproducente!
La cifra que se paga por daños a la salud y ambiente está basada en datos oficiales, que solamente reflejan una parte de los gastos que se hacen en salud. No obstante, esa cifra es cinco veces el gasto mundial anual en armas.
La cadena alimentaria agroindustrial produce mucha más comida que la que llega finalmente a alimentar a la población. ¿Dónde va a parar toda esa producción entonces? Para empezar, el nivel de desperdicio desde la agricultura industrial a los hogares es enorme: según FAO es de 33 a 40 por ciento. Si la producción agrícola se mide en calorías –una medida pobre, ya que no muestra la calidad de la energía, pero es la que está disponible– 44 por ciento se dedica a alimentar ganado (pero de esto sólo 12 por ciento llega a la alimentación humana), 15 por ciento se pierde en transporte y almacenamientos, 9 por ciento se usa para agrocombustibles y otros productos no comestibles y 8 por ciento va a la basura en los hogares. Solamente 24 por ciento de las calorías producidas por la cadena industrial llega directamente a alimentar a la gente.
Hay muchos más datos en las 24 preguntas que plantea el documento, que es un trabajo colectivo diseñado para ser accesible a la mayoría, basado en cientos de fuentes de Naciones Unidas y organizaciones de investigación académicas e independientes. Entre otras conclusiones, queda claro que el discurso sobre el sistema alimentario, vital para la sobrevivencia de todos, está plagado de mitos para favorecer a la cadena industrial, las empresas trasnacionales y los intereses financieros que lucran con ella. Pero son las redes campesinas, las que pese a la enorme injusticia en el acceso a los recursos, alimentan a la mayoría de la población mundial, cuidando además de la biodiversidad animal, vegetal y microbiana, el ambiente y la salud. El 16 de noviembre se hará una presentación del informe en la Universidad Autónoma del Estado de México
Ecoportal.net
Cortar la calabaza en dos y limpiarla por dentro; sacarle el relleno y las semillas. Cocinarla un rato a la parrilla para que se ablande (también se puede hacer al horno un rato). No cocinarlas por completo. Rehogar cebolla picada con manteca hasta que esté transparente. Agregar un cubito de caldo y leche. Hervir lentamente y espesar con almidón de maíz disuelto en la taza de leche. Revolver y condimentar con pimienta y nuez moscada. Combinar en un bol gran parte de la mezcla de cebolla con el choclo y rellenar las calabazas con eso. Encima, colocar la salsa restante, queso rallado y perejil. Llevar a la parrilla hasta que se derrita el relleno.
Cortar el morrón a la mitad, sacarle las semillas y limpiarlo bien por adentro (importante: no sacar el tallo verde, porque necesitamos que esté bien cerrado para que el huevo no se caiga). Cocinar un ratito al fuego y luego romper uno o dos huevos adentro. Volver a llevar a la parrilla y un ratito después, agregarle trozos de queso; puede ser roquefort o queso fresco. Sacar cuando el queso esté derretido y la clara del huevo firme. Se puede terminar con cebolla de verdeo picada fina, sal y pimienta.
Lavar bien los tomates y los cortarlos por la mitad. Rociarlos con un buen chorro de aceite de oliva, espolvorear con orégano, pimienta molida y un poco de sal. Colocar un rato en la parrilla para asar. Preparar la mezcla para el gratinado: en un bol combinar queso parmesano, pan rallado y un chorrito de aceite. Revolver bien todo. Rellenar con tomates con la mezcla y devolver a la parrilla hasta que el queso se derrita y se dore por arriba.
Precalentar el horno a 200ºC y preparar una bandeja con papel vegetal sulfurizado. Lavar y secar bien las patatas y los calabacines. Colocar las patatas en una olla cubiertas con agua y llevar a ebullición. Cocer durante unos 20-25 minutos, hasta que se puedan pinchar con un palillo, pero vigilando que no se pasen de blandas. Enfriar con agua fría. Mientras se cuecen las patatas podemos rallar los calabacines, usando un rallador con agujeros gruesos. Colocar en un colador y añadir un poco de sal. Dejar escurriendo mientras se cuecen y enfrían las patatas, presionando suavemente de vez en cuando. Pelar las patatas y rallar con el mismo rallador grueso sobre un recipiente mediano. Escurrir bien los calabacines y echarlos a la patata. Salpimentar y agregar el queso o la levadura (opcional) y ajo granulado al gusto. Mezclar todo muy bien. Si la masa estuviera muy húmeda podemos dejarla escurriendo sobre un paño limpio en la nevera durante media hora. Con el frío además será más manejable. Con una cucharilla tomar porciones y formar pequeñas croquetas. Distribuir en la bandeja de horno, pincelar con un poco de aceite y hornear hasta que estén dorados, unos 30 minutos. Para que queden aún mejor podemos dar la vuelta a cada unidad a mitad del tiempo, usando unas pinzas de cocina con cuidado. También se puede añadir alguna hierba fresca o incluso especias picantes a la masa.
vitonica
La ciruela, jugosa y deliciosamente dulce y ácida a la vez, es la fruta laxante por excelencia. Además aporta vitaminas A, C y E.
Fresca, ligera y aromática, la ciruela resulta muy apetecible en primavera y verano. Es el fruto del ciruelo (Prunus domestica), un árbol perteneciente a la familia de las rosáceas y al género prunus, al igual que el melocotón y el almendro.
Un
tesoro de nutrientes
La
ciruela es rica en agua (83%), fibra (2%) e hidratos de carbono
(11%), pero apenas contiene grasas (0,2%) ni proteínas (0,8%). Unos
100 gramos de fruta aportan potasio (190 mg) y, en menor cantidad,
calcio (14 mg), fósforo (10 mg), magnesio (8 mg) y hierro (0,10 mg).
Contienen, además, cantidades notables de vitamina C (9 mg),
provitamina A (30 mcg) y vitamina E (0,7 mg).
Energía
física y mental
La
vitamina A es importante de cara al buen estado de la piel y las
mucosas, así como el funcionamiento ocular. Por su lado, tanto la
vitamina E como la C ejercen una notable acción antioxidante frente
a los radicales libres, que dañan principalmente las arterias y las
neuronas, además del ADN del núcleo celular.
Otros componentes
de efecto antioxidante son las antocianinas, pigmentos que
proporcionan el característico color de las ciruelas, sobre todo en
las variedades rojizas y moradas. Al sabor contribuye en buena parte
el ácido málico.
De los minerales, el que contiene en mayor
abundancia la ciruela es el potasio, que interviene en la actividad
muscular y en el equilibrio hídrico del organismo. Destaca asimismo
la presencia de diversos oligoelementos: cobre, manganeso, selenio y
cinc. Todos ellos, aunque estén en pequeñas cantidades, contribuyen
al adecuado funcionamiento de las células del cuerpo.
Esta
composición nutricional convierte a la ciruela en un alimento
energético, alcalinizante, refrescante y estimulante, ya que
tonifica el sistema nervioso. Conviene a lo largo de toda la vida,
desde la infancia hasta la vejez.
Está especialmente indicada
para obtener un mejor rendimiento físico e intelectual en las
labores normales o en periodos de actividad momentáneamente más
intensa (estudiantes y deportistas). También siempre que se precise
una desintoxicación orgánica.
Para el sobrepeso la ciruela es
en general una fruta muy recomendable, tanto por su bajo contenido
calórico como por su acción drenante.
Como laxante y desintoxicante
puede además aliviar el estreñimiento funcional y aligerar la carga
del hígado.
Su efecto diurético también la hace útil en caso
de reumatismo, gota y enfermedades renales (excepto en caso de
litiasis, debido a su contenido en ácido oxálico, sobre todo en
variedades azuladas).
Todo
un mundo de colores… y de sabores
Amarillas, rojas, verdes,
púrpuras, moradas, negras… las ciruelas son una fruta refrescante,
con un sabor entre ácido y dulce que contrasta agradablemente y en
el que se pueden apreciar notas almendradas, florales, a melocotón,
a fresa y ligeramente picantes.
Como fruta de mesa ponen un
broche a cualquier comida, aunque también pueden comerse antes, para
facilitar la digestión. Además, al ser ricas en fibra y tener agua
en abundancia pueden resultar saciantes.
En ensalada combinan
bien con lechugas dulces pero un toque de verduras amargas o
ligeramente picantes, como el de la achicoria o los berros, realza su
dulzor. También casan con frutos secos como las nueces, piñones o
almendras y con frutas como la manzana. En cualquier caso, las
variedades más firmes son las adecuadas para ensalada.
Con
queso resultan deliciosas. Les sientan bien tanto los quesos frescos
-como el de Burgos o el requesón- como los curados tipo manchego o
los quesos suaves de cabra. Pueden combinarse en ensalada o como
postre.
Para 4 unidades
Higos secos o deshidratados 80
Zumo de naranja recién exprimido 20
Stevia líquida 5
Copos de avena 40
Coco rallado 30
Almendras 30
Nueces 30
Agua cantidad necesaria
En un bol mezclamos los higos con todos los ingredientes secos: los copos de avena (yo los procesé un poco para que queden más pequeños), el coco rallado, las nueces picadas groseramente y las almendras partidas por la mitad. En este punto se puede agregar más agua si fuese necesario o más edulcorante si habiendo probado nos parece que falta dulzor.
vitónica
El seitán nos aporta proteínas vegetales muy saludables y su característico sabor hace que podamos degustar un plato diferente, gustoso y nutritivo. Está buenísimo el Seitán con salsa de almendras, pruébalo.
Los ingredientes 500 gramos de seitán, 15 almendras crudas, 1 cebolla pequeña, 2 dientes de ajo, 1 vaso de caldo de verduras, perejil, aceite de sésamo y sal.
La preparación Lava el seitán bajo el chorro de agua fría y córtalo en filetes. En una sartén, vierte el aceite de sésamo y fríe los filetes de seitán por ambos lados, retíralos y deposítalos sobre papel de cocina absorbente. En el mismo aceite sofríe los ajos, retíralos y sofríe la cebolla cortada muy fina. Cuando empiece a transparentar, vuelve a introducir los ajos y añade las almendras. En un bol introduce el caldo de verduras, el sofrito de la sartén y tritura, cuando esté bien fino, vuelve a incorporarlo a la sartén e incorpora el seitán, sazona y deja cocer unos 5 minutos.
Sirve los filetes en los platos y riega con la salsa de almendras, termina espolvoreando con perejil.
La degustación Es un plato que resulta ligero y que conquista al paladar por la combinación de ingredientes, otro día elaboraremos la salsa con avellanas, a ver qué tal…
vitonica
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