La ciruela, jugosa y deliciosamente dulce y ácida a la vez, es la fruta laxante por excelencia. Además aporta vitaminas A, C y E.
Fresca, ligera y aromática, la ciruela resulta muy apetecible en primavera y verano. Es el fruto del ciruelo (Prunus domestica), un árbol perteneciente a la familia de las rosáceas y al género prunus, al igual que el melocotón y el almendro.
Un
tesoro de nutrientes
La
ciruela es rica en agua (83%), fibra (2%) e hidratos de carbono
(11%), pero apenas contiene grasas (0,2%) ni proteínas (0,8%). Unos
100 gramos de fruta aportan potasio (190 mg) y, en menor cantidad,
calcio (14 mg), fósforo (10 mg), magnesio (8 mg) y hierro (0,10 mg).
Contienen, además, cantidades notables de vitamina C (9 mg),
provitamina A (30 mcg) y vitamina E (0,7 mg).
Energía
física y mental
La
vitamina A es importante de cara al buen estado de la piel y las
mucosas, así como el funcionamiento ocular. Por su lado, tanto la
vitamina E como la C ejercen una notable acción antioxidante frente
a los radicales libres, que dañan principalmente las arterias y las
neuronas, además del ADN del núcleo celular.
Otros componentes
de efecto antioxidante son las antocianinas, pigmentos que
proporcionan el característico color de las ciruelas, sobre todo en
las variedades rojizas y moradas. Al sabor contribuye en buena parte
el ácido málico.
De los minerales, el que contiene en mayor
abundancia la ciruela es el potasio, que interviene en la actividad
muscular y en el equilibrio hídrico del organismo. Destaca asimismo
la presencia de diversos oligoelementos: cobre, manganeso, selenio y
cinc. Todos ellos, aunque estén en pequeñas cantidades, contribuyen
al adecuado funcionamiento de las células del cuerpo.
Esta
composición nutricional convierte a la ciruela en un alimento
energético, alcalinizante, refrescante y estimulante, ya que
tonifica el sistema nervioso. Conviene a lo largo de toda la vida,
desde la infancia hasta la vejez.
Está especialmente indicada
para obtener un mejor rendimiento físico e intelectual en las
labores normales o en periodos de actividad momentáneamente más
intensa (estudiantes y deportistas). También siempre que se precise
una desintoxicación orgánica.
Para el sobrepeso la ciruela es
en general una fruta muy recomendable, tanto por su bajo contenido
calórico como por su acción drenante.
Como laxante y desintoxicante
puede además aliviar el estreñimiento funcional y aligerar la carga
del hígado.
Su efecto diurético también la hace útil en caso
de reumatismo, gota y enfermedades renales (excepto en caso de
litiasis, debido a su contenido en ácido oxálico, sobre todo en
variedades azuladas).
Todo
un mundo de colores… y de sabores
Amarillas, rojas, verdes,
púrpuras, moradas, negras… las ciruelas son una fruta refrescante,
con un sabor entre ácido y dulce que contrasta agradablemente y en
el que se pueden apreciar notas almendradas, florales, a melocotón,
a fresa y ligeramente picantes.
Como fruta de mesa ponen un
broche a cualquier comida, aunque también pueden comerse antes, para
facilitar la digestión. Además, al ser ricas en fibra y tener agua
en abundancia pueden resultar saciantes.
En ensalada combinan
bien con lechugas dulces pero un toque de verduras amargas o
ligeramente picantes, como el de la achicoria o los berros, realza su
dulzor. También casan con frutos secos como las nueces, piñones o
almendras y con frutas como la manzana. En cualquier caso, las
variedades más firmes son las adecuadas para ensalada.
Con
queso resultan deliciosas. Les sientan bien tanto los quesos frescos
-como el de Burgos o el requesón- como los curados tipo manchego o
los quesos suaves de cabra. Pueden combinarse en ensalada o como
postre.
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