Comer un
dátil es un placer. Se puede ser ávido y tragárselo sin apenas
masticarlo o disfrutarlo, tomándose su tiempo y apreciando todos sus
matices.
Un dátil ideal está seco, pero jugoso, tiene un
brillo mate y es ligeramente pegajoso. Para sacarle todo su partido
habría que metérselo en la boca y pasarlo de un lado a otro, sacar
el hueso y dejarlo fundir ya que se deshace sin utilizar apenas los
dientes.
El dátil no es fragante pero su denso dulzor, que
recuerda un poco al de la miel, ocupa todas las papilas gustativas
durante su disfrute. No es de extrañar que los dátiles se
consideren afrodisíacos naturales.
Ya el patriarca Abraham
y más tarde Mahoma fueron auténticos fans de los dátiles. Se dice
que Mahoma se alimentó del “pan del desierto” durante meses y
animó a los creyentes a que plantaran palmeras datileras (Phoenix
dactylifera).
El Corán y la Biblia los nombran en diversas
ocasiones. Durante el Ramadán, el mes del ayuno de los mususlmanes,
es costumbre romper el ayuno tras la puesta del sol con un vaso de
agua y un dátil. Así se consigue energía rápida tras un día de
hambre.
Estudios británicos indican que los dátiles
también hacen los dolores más soportables. De ahí que se
recomiende a las embarazadas consumir un par de dátiles regularmente
para preparar el parto. También la virgen María parece haberse
preparado de esta manera antes del nacimiento de Jesús, y éste,
según el Corán, nació bajo una palmera datilera que precipitaba
dátiles maduros.
Energía sana
Hace mucho tiempo que los humanos descubrieron su
apetencia por los dátiles.
En el año 4000 adC se encontraron en la
ciudad de Ur (en el actual Irak) las primeras alusiones a ellos.
También los egipcios cultivaron palmera datilera,
que en los jeroglíficos representaba simbólicamente un año.
A los faraones, en su tránsito hacia el otro
mundo, se les ponían dátiles en la tumba. Los médicos egipcios
también ponían grandes esperanzas en un sirope de dátiles que se
empleaba contra los pies hinchados y los problemas de rodilla.
En la antigüedad se usaba el fruto contra las
infecciones e incluso ante los tumores. Las heridas se untaban con
una mezcla de pasta de dátiles y leche de camella. Los taninos
tienen propiedades astringentes, por eso ayuda a que las heridas
cicatricen.
Los
dátiles también se consideran hoy en día un alimento casi
milagroso. Con su 70% de hidratos de carbono se convierten en
pequeñas bombas de calorías. Son una provisión ideal en los
largos viajes en camello.
Su contenido en azúcares es menos
dañino que el que contiene una bolsa de gominolas, porque son
hidratos de carbono complejos que se metabolizan lentamente y no
provocan un pico de glucosa en la sangre.
Los dátiles también son ricos en fibra, de esta
manera favorecen el transito intestinal. Contienen además
fitoquímicos como los taninos que frenan la inflamación y un montón
de valiosas vitaminas y minerales.
El dátil no sólo se emplea para prevenir, sino
también para tratar determinadas alteraciones. Un dátil al
levantarse, uno al mediodía y uno al acostarse son un regalo para
los sentidos y para el cuerpo. Aportan energía y para el intestino
son un bálsamo, porque sus fibras ayudan en caso de estreñimiento y
a largo plazo previenen el cáncer de colon.
Contienen vitamina K que ayuda en la regeneración
ósea, vitamina B y magnesio que bajan la tensión arterial, vitamina
B3 que protege del cáncer de piel y vitamina E que previene el
envejecimiento de la piel.
Los carotenoides luteína y zeaxantina protegen
los ojos. Además es rica en potasio, un sólo dátil contiene la
mitad más que un plátano. El potasio tiene un papel importante en
el sistema nerviosos vegetativo, regula el intercambio hídrico del
cuerpo y reduce la hipertensión.
Los beduinos emplean los dátiles como ayuda a la
hora de irse a dormir: con cinco frutos se consigue un sueño
reparador. El motivo es el aminoácido triptófano, que es un
precursor de sustancias como la melatonina, una hormona que calma los
nervios y ayuda a conciliar el sueño.
Comprar dátiles ecológicos
En otoño se sacan los racimos de los árboles y
se dejan secar los frutos. Se conocen alrededor de 1.500 especies
diferentes, muchas con nombre sugerentes que parecen salidos de las
1.001 noches como Deglet Nour (dedos de la luz) o Mecca gold. Una de
las variedades más apreciadas es la Medjoul, un dátil grande marrón
rojizo, jugoso, que tiene un sabor especialmente suculento.
Según su maduración y grado de desecación
reciben distintos nombres: Kimri ( frutos aún no maduros), Chalal
(frutos grandes y duros), Rutab (frutos blandos) y Tamr (los secados
al sol).
Más de 7,5 millones de toneladas de dátiles
maduran por año en las palmeras, básicamente de Egipto, Irán,
Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos. Pero también en China y
en California se ven cada vez más.
Los dátiles llegaron con los cartagineses a
Europa. En Elche encontraron un hogar y su palmeral es hoy un
patrimonio cultural mundial. Buena parte de los dátiles que
consumimos en Europa proceden de Túnez.
En el caso de los dátiles vale la pena observar
su calidad y procedencia ya que muchos productores meten a los frutos
en soluciones azucaradas para que se conserven más tiempo.
Muchas ofertas baratas proceden de palmeras altamente tratadas con
pesticidas y abonos. Pero en todas partes hay cada vez más dátiles
ecológicos con los que se evita el uso de química.
correodelsol
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