viernes, 26 de septiembre de 2008

Historia de la alimentación vegetariana

“Mientras nosotros mismos somos tumbas vivas de animales sacrificados, ¿cómo podemos esperar condiciones ideales en esta Tierra?
León Tolstoi

Desde hace milenios, desde los orígenes mismos de la humanidad, el acto de comer ha sido de fundamental importancia en nuestra vida. En distintas épocas y de distintas maneras, el hombre se ha reunido cotidianamente en torno a la comida, no solamente para saciar su hambre y satisfacer el impulso biológico de nutrirse, sino para participar de ese ritual. Este acto increíble y a la vez simple y cotidiano de tomar elementos del mundo existente, para nutrirnos, nos demuestra que somos parte de un todo interrelacionado y nos obliga a reflexionar desde lo ético – e incluso lo ecológico- sobre cuál es la dieta adecuada para el ser humano.
La relación hombre con el mundo, con el orden natural de las cosas, era claramente entendida por la gente primitiva. Sensibles naturalistas, los antiguos yôghis elaboraron elaboraron una dieta básicamente ovo-lacto-vegetariana, un sistema alimentario biológico, consciente, que contiene equilibradamente todos los elementos nutricios requeridos por nuestro organismo, genera menor cantidad de residuos y toxinas y por lo tanto, proporciona salud, la vitalidad y el placer necesarios en su camino de evolución. Una dieta ética que mantenga a nuestros cuerpos y al planeta en un estado de salud y bienestar, minimizando la agresión y la destrucción del medio ambiente.
En la actualidad, los conceptos mas modernos sobre nutrición alertan sobre los peligros a los que se exponen los grandes consumidores de carnes, grasas y proteínas. Estadísticas elaboradas en los países mas desarrollados demuestran que una gran cantidad de enfermedades son producto de una inadecuada cultura alimentaria y por ese motivo los nutricionistas advierten sobre la necesidad de retornar a una dieta basada en frutas, verduras frescas, lácteos, hortalizas, semillas, cereales y productos integrales.
La alimentación según pautas ovo-lacto-vegetarianas nos brinda, además de todos los beneficios ya comprobados, la satisfacción de encontrarnos frente a un universo de sabores, colores y aromas y posibilidades ilimitadas de combinaciones placenteras, que transforman la tarea de cocinar en un maravilloso arte y a quien lo realiza, en un verdadero y exigente alquimista.
Para lograr este proceso evolutivo es necesario, entre otros cuidados observar el tipo de alimentación se debe adoptar. Un sistema alimentario –la alimentación biológica- que se ha experimentado a través de siglos nos dice que no hay dudas sobre el resultado de este tipo de alimentación. Es la forma de comer que respeta la constitución biológica del ser humano y que cuida el factor social y agradable de la buena mesa. Una alimentación colorida, aromática, muy sabrosa y finamente condimentada forman parte de una filosofía práctica que nos proporciona fuerza, poder y energía necesarios para elegir a conciencia lo que queremos en nuestras vidas.

La alimentación en el ser humano

Un poco de historia

La observación demuestra a todo investigador imparcial que la construcción anatómica del hombre y los antropomorfos es casi igual. Nuestro esqueleto está compuesto por la misma estructura ósea, con el mismo orden y organización; hay una gran similitud muscular; existen las mismas glándulas salivales, hepáticas e intestinales para la digestión, etc…
Cierto es que mediante un minucioso análisis, se observan algunas diferencias, pero éstas también se dan entre los individuos humanos con independencia de la raza a la que pertenezcan.

El ovo-lacto-vegetarianismo es un sistema de alimentación que excluye completamente todo tipo de carnes y sus derivados. Es muy común que NO se asocie fiambres y embutidos con carnes e incluso, que por el término carne se entienda solamente las carnes rojas pero eso es verdaderamente una prueba clara de ausencia de sentido común y de conciencia alimentaria.
Este tipo de alimentación está compuesto por frutas, hortalizas, cereales, productos lácteos y huevos.
Se utilizan además especias, logrando así verdaderos manjares que combinan sabores, colores y consistencias, creando platos variados, sanos y de elevado poder nutricional.

La historia registra que siempre hubo individuos y grupos de personas que comprendieron la importancia de una dieta vegetariana para beneficiar su salud o por motivos éticos o religiosos.
Pitágoras prohibía comer carne a sus discípulos, asegurando que era un alimento malsano, inmoral y que además embotaba la inteligencia.
Platón, uno de los sabios mas recordados de la antigua Grecia, era vegetariano. Su lugar predilecto era un jardín con árboles frutales, llamado akademos (de donde procede el término academia) que distaba unos kilómetros de Atenas; allí, el discípulo de Sócrates se reunía con sus alumnos para transmitirles sus enseñanzas filosóficas. Epicuro, quien sentó las bases de la filosofía monista sobre la que se apoya toda ciencia moderna, fue también vegetariano. Sólo se alimentaba con frutos que él mismo cultivaba.
Benjamín Franklin, inventor del pararrayos, también fue vegetariano. Uno de los personajes mas famosos que defendió la costumbre del vegetarianismo y combatió el carnivorismo fue Jean Jaques Rousseau, el suizo que llegó a ser unos de los grandes literatos y pensadores de Francia en vísperas de la Revolución Francesa.
Tolstoi, el gran novelista ruso, no solamente predicó a favor del vegetarianismo sino que dio el ejemplo, alimentándose exclusivamente de frutas y verduras crudas. Es recordada su frase: “mientras nosotros mismo somos tumbas vivas de animales sacrificados, ¿cómo podemos esperar condiciones ideales en la Tierra?. Ya en edad avanzada realizaba grandes caminatas, dando pruebas de un vigor físico inusitado. Algunas de sus mejores obras corresponden a sus últimos años.
Otro famoso vegetariano, George Bernard Shaw, sintetizó su oposición al sistema carnívoro con la frase: “Los animales son mis amigos y yo no me como a mis amigos”.
Hoy, el vegetarianismo ya está reconocido en el mundo y a pesar de que todavía existen ciertas posiciones ignorantes al respecto, ya no hay ninguna duda con relación a los beneficios que esta forma de alimentarse provee a quien la adopta.
Retornemos entonces a la cuestión inicial: ¿Es natural que los seres humanos se alimenten de carne? ¿Su organismo está preparado para digerirla?

Las uñas

En los carnívoros, las uñas no son tales, sino verdaderas garras, fuertes y encorvadas a modo de garfios. Especialmente diseñadas para apresar a sus víctimas y rasgar su piel.
En el hombre, las uñas son apenas curvadas y muy diferentes de las garras de las fieras carnívoras. Las del hombre no se curvan hacia delante, son rectas y mas débiles. Su misión es la de proteger las puntas de los dedos; además, su proceso de crecimiento es hasta un determinado punto y no pasan de ese límite, ya que cuando lo alcanzan se rompen por si mismas.

La piel y el sudor

En este punto también observamos grandes diferencias entre animales carnívoros y vegetarianos. La piel del animal carnicero no tiene poros, por ello estos animales están imposibilitados de sudar. Si lo hiciesen, es posible que desde hace mucho tiempo hubieran dejado de existir, víctimas del reumatismo.
Los carnívoros solamente transpiran por la lengua y parte de las patas (observemos cómo un perro, cuando está fatigado, saca de inmediato la lengua).
El sudor de la piel ayuda a expulsar gran cantidad de toxinas del cuerpo (si alguien se le ocurriese barnizar por completo su piel, moriría en poco tiempo, intoxicado por la imposibilidad de eliminar toxinas). Por eso las personas vegetarianas se enferman promedialmente menos que las carnívoras y además por lo general, viven mas tiempo. También es destacable el aroma fuerte y ácido que despiden los seres humanos que consumen mucha carne, mediante la transpiración por la piel o el clásico aliento cargado que se percibe por la mañana mas allá de los otros elementos que contribuyen como no tener un buen estado sanitario en la dentadura y otros factores.

La dentadura

La constitución dental de los carnívoros presenta, como carácter distintivo, caninos bien desarrollados y puntiagudos que le permiten matar con facilidad su presa y desgarrar su cuero y su carne. Las muelas están poco desarrolladas. Además, los carnívoros mastican muy poco, en razón de que el proceso digestivo se realiza en el estómago, al calor de los ácidos jugos gástricos.
En cambio, los herbívoros, los frugívoros y los humanos poseen molares muy desarrollados y caninos pequeños y poco afilados. El ser humano no necesita masticar mucho sus alimentos, ya que el proceso digestivo se inicia en la boca, logrando así que el bolo alimenticio llegue al estómago debidamente triturado.

La saliva

La saliva del hombre y de los antropoides es completamente distinta de la de los animales carnívoros. En estos, la saliva posee fermentos digestivos mucho mas poderosos.
El animal carnívoro mastica poco: con solo envolver la comida en la boca con su saliva, ya ayuda al estómago a realizar el proceso digestivo. La saliva de los carnívoros es sumamente ácida, cosa que facilita la digestión de los alimentos cárnicos, entre ellos cuero, plumas y pelos, que el cazador carnívoro ingiere luego de abatir a su presa.
La saliva del hombre, en cambio, es menos ácida y mas bien alcalina justamente adecuada para comenzar la digestión de los almidones y féculas en la boca.

El jugo gástrico

Como la carne es el alimento ideal para los carnívoros, es natural que necesiten gran cantidad de ácido clorhídrico para digerirla. Por eso se calcula que estos animales poseen jugos gástricos unas doce veces mas ácidos que los del hombre. En general, podemos decir que la digestión de la carne se realiza en mayor medida en la región gástrica. En cambio, gran parte de la digestión de los alimentos que consume el hombre y que están constituidos por hidratos de carbono, se produce en los intestinos. La insistencia del hombre en comer carne lo obliga, para poder digerir en el estómago, a segregar mayor cantidad de jugos gástricos, desarrollando lo que se denomina hiperclorhidria, primer paso para la úlcera gástrica, que muchas veces degenera en cancerosa.
Si las paredes estomacales están destinadas a soportar un gramo de ácido clorhídrico y las obligamos a tolerar diez, indudablemente terminarán irritándose, inflamándose y ulcerándose.


Jugo pancrático

El páncreas desempeña un papel importante en la función de los intestinos, al producir el jugo pancreático, responsable de la asimilación de las grasas y del mantenimiento de la normalidad del nivel glucogénico en la sangre y en el hígado.
Los carnívoros poseen el doble de jugo pancreático que el hombre y los simios, en razón de que las dietas cárnicas están mucho mas provistas de grasas que hay que digerir.
La falta o alteración de las propiedades del jugo pancreático es causante de diabetes. En el caso del hombre y los simios, el páncreas solo posee un conducto a diferencia de los dos que tienen los carnívoros, lo cual permite una mayor inyección de ese líquido para el proceso digestivo.
Como la carne –altamente tóxica para el hombre- requiere mayor cantidad de jugo pancreático, el páncreas se ve sometido a un trabajo excesivo que genera en muchos casos la diabetes, enfermedad que los vegetarianos auténticos desconocen.

Los intestinos

Los carnívoros poseen intestinos muy simples y cortos, equivalentes a tres veces la longitud de su cuerpo. De no ser así, los residuos intestinales de su alimentación cárnica, que descomponen y pudren con gran facilidad, tardarían mas tiempo en ser expulsados, fermentando y dando lugar a intoxicaciones. Por eso su sistema digestivo asegura la expulsión rápida de las bacterias putrefactas de la carne en descomposición.
Los intestinos del ser humano son muy diferentes, ya que miden varias veces la estatura de un hombre normal. Los restos de vegetales en los intestinos delgado y grueso no son tan tóxicos ni se pudren tan rápido como los cárnicos; requieren un tiempo mayor de digestión, y por eso permanecen mas en los intestinos. Por el mismo motivo, el aparato digestivo de los humanos no está provisto de tantos jugos ni estos son tan poderosos. O sea que la naturaleza nos ha provisto de los intestinos adecuados para la digestión de vegetales y no de carne.
El hombre posee solo un intestino ciego, que es muy corto, incapaz de digerir la celulosa a no ser que sea muy tierna y ello gracias a la fermentación bacteriana especial. Por esa razón el salvado del pan integral se expulsa tal como pasa por el tubo digestivo. Solo es digerible para las gallinas, que tienen una potencia digestiva extraordinaria; con el tiempo llegan a digerir piedritas y pequeños cristales.
Los roedores poseen dos intestinos ciegos que le sirven para digerir la gran cantidad de celulosa que ingieren normalmente.
Los rumiantes (vacas, cabras, ovejas, bueyes, etc.) tienen intestinos cuya longitud es el doble de la que poseen los seres humanos ya que se alimentan solo de fibras vegetales, cuya digestión es lenta y laboriosa.
Es decir que los intestinos definen por su configuración anatómica, el sistema nutricional adecuado.

Los riñones

La función renal es excretora, tanto en los animales carnívoros como en el hombre. Cuanto más alimento cárnico come una persona, mas se parecen las excreciones renales a la de los carnívoros.
Cuanto mas carne se come, mas trabajan los riñones y mas fuerte y tóxica es la orina. Esto acarrea que los tejidos por donde circula la orina se irriten e inflamen, provocando manifestaciones artríticas.
Como la salud interna depende en gran parte del funcionamiento de los riñones, estos órganos tienen una importancia enorme para el régimen alimenticio. Existe gran diferencia entre la excreción generada por los riñones de comedores de carnes, se destacan el ácido úrico y la urea.
El ácido úrico es el principal elemento que produce enfermedades propias de los consumidores de carnes y sobre todo si tienen hábitos sedentarios, entre ellas podemos mencionar la gota y las diferentes variedades de artrosis y artritis.
El exceso de ácido úrico produce la formación de cristales que no son fácilmente eliminados por el riñón, así se instala una especie de círculo vicioso. Menos eliminación, incremento de ácido úrico en la sangre y la formación de depósitos en distintas zonas del cuerpo, llamados tofos gotosos, similares a los nódulos que van creciendo lentamente y que realimentan los ataques de gota e inflamaciones reumatoideas.
Como dato poco alentador para los defensores del consumo de carne, es bueno acotar que cuando los riñones ya no consiguen lidiar con la sobre carga de ácido úrico, además de formarse cristales y producirse inflamaciones muy dolorosas en los músculos, que absorben este ácido como si fueran esponjas, las inflamaciones también se localizan en los nervios. Así se generan las dolorosas ciáticas y neuritis tan difundidas sobre todo en los países mas desarrollados y/o productores donde se consumen cuotas excesivas per cápita de carne y en especial roja.

No hay comentarios: