Las
evidencias paleoantropológicas halladas hasta ahora sobre el Homo
erectus, que apareció hace unos dos millones de
años, sugerían que la dieta carnívora había moldeado nuestra
evolución e impulsado cambios en el comportamiento y los rasgos
anatómicos humanos, como un mayor cerebro. Un equipo de científicos
rebate ahora esta hipótesis, a la que asocian a un muestreo
intensivo de fósiles en un periodo y yacimiento determinados.
La dieta desempeña
un papel importante en la vida cotidiana de cada animal, no solo
para su supervivencia y reproducción, sino
que también puede condicionar las preferencias de hábitat, los
patrones de movimiento, la energía destinada a la actividad, la
competencia, el riesgo de depredación, las interacciones sociales y
la comunicación, entre otros.
En el caso
de los seres humanos, si nos remontamos a nuestros antepasados,
la alimentación constituyó una función esencial en cuanto al
hábitat, las migraciones y las interacciones con el medio ambiente y
sus organismos.
“Una vez que los primeros humanos empezaron a comer carne, es
probable que se aventuraran en entornos donde los animales habrían
muerto de forma natural para recogerlos y se habrían encontrado con
otros depredadores más a menudo, lo que provocaría una mayor
competencia y riesgo de depredación”, ejemplifica Briana L.
Pobiner, investigadora en el departamento de Antropología de
la Smithsonian Institution en EE UU.
Así, la
dieta carnívora también pudo tener un gran impacto en la evolución
del comportamiento humano y los rasgos anatómicos. Al
no poseer dientes afilados como los depredadores para desgarrar la
carne y acceder al tuétano de las presas, los humanos empezaron a
servirse de la industria lítica a través de herramientas de piedra.
De hecho,
la aparición del Homo erectus, hace unos dos millones
de años, parecía haber sido el punto de inflexión en la
evolución de la dieta humana: el aumento del consumo de animales
pudo haber impulsado un mayor tamaño de cerebro y cuerpo y
una reorganización del intestino. Estos rasgos se mantuvieron en
el Homo sapiens.
Sin
embargo, un nuevo estudio internacional, publicado en la
revista PNAS, refuta ahora esta hipótesis de
que la “carne nos hizo humanos” y pone en duda la primacía de la
ingesta de carne en la evolución humana temprana. Hasta ahora, los
estudios que sostenían la importancia del consumo animal se basaban
en el incremento de las evidencias paleoantropológicas con la
aparición del H. erectus.
Análisis sesgado de los fósiles
Pero para
que un cambio dietético generalizado conduzca a la
adquisición de características claves en esta especie de hominino
debería ser persistente en el registro zooarqueológico a
lo largo del tiempo. Y esto solo puede demostrarse de forma
convincente mediante un análisis a gran escala, más allá de un
único yacimiento o localidad.
“La
mayoría de los estudios sobre huesos fósiles con marcas de
carnicería se limitan a examinar las pruebas de un solo yacimiento,
o incluso de una sola capa de un yacimiento”, dice Pobiner,
coautora del trabajo.
Para tener una mirada más amplia sobre las primeras evidencias de
nuestro consumo de carne, el equipo sintetizó todas las pruebas
publicadas hasta el momento sobre este tipo de restos en nueve áreas
principales de investigación en África oriental, incluyendo 59
niveles de yacimientos , desde hace 2,6 millones de años hasta 1,2
millones de años.
“Comparamos
los patrones de los huesos fósiles con marcas de carnicería con la
cantidad de evidencia fósil en general, para ver si esto era
realmente una señal de del aumento de la ingesta de carne, o si era
solo que la excavación de más fósiles hace que sea más probable
encontrarlos con marcas de carnicería. Resulta que fue esto último”,
confirma la experta.
Los
investigadores descubrieron que, cuando se tiene en cuenta la
variación en el esfuerzo de muestreo a lo largo del tiempo, no hay
un aumento sostenido en la cantidad relativa de pruebas de consumo de
carne después de la aparición de H. erectus.
Los
resultados sugieren, por tanto, que los hallazgos sobre la dieta
carnívora serían el reflejo de un muestreo intensivo, más que
de los cambios como tal en el comportamiento humano. El estudio
socava así la idea de que “comer grandes cantidades de carne
impulsó los cambios evolutivos de nuestros primeros ancestros”,
recalca W. Andrew Barr, profesor adjunto de Antropología en la
Universidad George Washington, EE UU, y autor principal del estudio.
El consumo de carne antes y ahora
A pesar de
ello, el consumo de carne ha desempeñado un papel importante en
nuestra historia evolutiva. “Tenemos pruebas de que algunas
especies humanas primitivas, como los neandertales, comían
cantidades significativas de carne”, comenta Pobiner.
En la
actualidad, la investigadora –que lleva 20 años excavando y
estudiando fósiles marcados por cortes– subraya que “la
cultura (y la economía) son el gran motor de la variedad en la
cantidad de carne que consumen las personas en las distintas
sociedades”.
“Creo que este estudio y sus conclusiones son de interés no
solo para la comunidad paleoantropológica, sino para todas las
personas que actualmente basan sus decisiones dietéticas en alguna
versión de esta narrativa de consumo de carne”, apunta Barr.
Según los
investigadores, son necesarios grandes conjuntos de datos para
comprender los grandes patrones de nuestra historia evolutiva.
“Necesitamos más muestras fósiles de periodos de tiempo no
muestreados, como antes de hace 2 millones de años, para poder
comprobar la importancia de comer carne durante esos periodos de
tiempo anteriores”, concluye Pobiner.
W. Andrew
Barr et al. “No sustained increase in zooarchaeological
evidence for carnivory after the appearance of Homo
erectus” PNAS
Ecoportal.net
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