El Antiguo Egipto sigue despertando mucho interés en la civilización actual, tanto es así que los niños en los museos, generalmente, lo primero que quieren visitar es las tumbas y los sarcófagos. Quizá son los misterios y enigmas de sus faraones, su religión con cientos de dioses, las pirámides... todo en ellos tiene un aura diferente, hecho de otro tiempo, que llama la atención del hombre actual.
Lo que quizá no sabemos es cuánto nos han influido también en lo referente a nuestra alimentación. Hoy, alrededor de una de cada cinco calorías que consumimos provienen del trigo (¿eres de los que no pueden comer sin pan?), y lo más curioso es que la mayoría de las especies de este trigo tienen un origen híbrido. En algunos casos, su material genético probablemente se intercambió entre distintas especies con los primeros agricultores, en otros, simplemente los agricultores modernos han hecho cruces entre especies para introducir variaciones genéticas que sirvan para, por ejemplo, resistir a enfermedades.
La alimentación en el Antiguo Egipto se conoce por los textos grabados en las paredes de templos y tumbas, que dejaron testimonios de los hábitos. Abundaba la producción de cebollas, ajos, pepinos, lechugas, garbanzos o lentejas. Usaban también especias como el cilantro y el comino, aunque diferían de nosotros en que apenas tomaban carne de ternera. Sin embargo, los alimentos básicos eran el pan (había más de una veintena de tipos diferentes) y la cerveza, elaborada con cebada. El primero, junto con el aceite y el vino, fueron los primitivos alimentos procesados en la historia de la humanidad, puesto que los cereales por sí solos no pueden ser adecuadamente digeridos por el aparato digestivo humano. Sin embargo, al procesarse, se convirtió en un alimento básico porque aporta carbohidratos.
Las condiciones para cultivar el cereal en el Nilo eran muy favorables debido a las crecidas periódicas. De hecho, el trigo se cultivó por primera vez en la región de la Media Luna Fértil de Oriente Medio, donde todavía hay poblaciones de trigo emmer, una especie con la que es muy difícil separar el grano de la paja. Era el más común en el Egipto de los faraones, quizá porque se adaptaba al clima local muy bien, o quizá se trató más bien de una cuestión de preferencia cultural o por el sabor. "En realidad nosotros no solemos tomar pan hecho con este tipo", indica Scott. "Preparé una muestra porque tenía curiosidad, el sabor es muy dulce", añade.
Lo curioso es que el cultivo de trigo nos sirve para entender cómo las culturas fueron expandiéndose. Por ejemplo, como señala Scott: "De los trigos emmer cultivados con datos genéticos comparables disponibles, el egipcio era muy similar al emmer moderno cultivado en Turquía, Omán e India. Esto sugiere una conexión genética entre las primeras expansiones hacia el este y hacia el sur".
Quizá, casualmente o deliberadamente, los humanos han cambiado las plantas del cultivo. El de emmer, por ejemplo, ha virado hacia otros que son más fáciles de procesar. Como dice Scott: "A medida que mejoren las tecnologías genéticas los científicos esperamos que eso pueda ayudar a la mejora del trigo y también a satisfacer las crecientes demandas mundiales".
El confidencial
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