jueves, 5 de enero de 2023

Roscón de Reyes casero

 

 


 

Ingredientes

Para 1 unidades
  • Harina de fuerza 400 g
  • Mantequilla a temperatura ambiente 70 g
  • Azúcar 100 g
  • Huevos 2
  • Ron (licor) 20 ml
  • Agua 100 ml
  • Leche 30 ml
  • Ralladura de naranja 1
  • Levadura prensada 20 g
  • Agua de azahar media cucharadita
  • Sal
  • Almendras en láminas
  • Fruta escarchada
  • Azúcar granulado

Cómo hacer 

Empezamos poniendo en un bol grande 350 g de harina, hacemos un hueco en el centro y en él añadimos el azúcar, la levadura disuelta en el agua templada, el ron, la leche, la ralladura de naranja, el agua de azahar y la mantequilla. Mezclamos ligeramente y añadimos uno de los huevos y la pizca de sal y amasamos.

Cuando se hayan unido todos los ingredientes, ponemos la masa sobre una superficie enharinada y seguimos amasando hasta que la masa quede elástica y no se pegue a la superficie. Si es necesario, vamos añadiendo harina poco a poco, aunque no debemos dejar que la masa quede demasiado seca, sino más bien pegajosa.

Formamos una bola con la masa y le hacemos un agujero en el centro. Con cuidado, lo vamos estirando y agrandando, dando forma al roscón. Lo colocamos sobre una bandeja de horno, en un lugar cálido y lo dejamo levar por lo menos una hora. Precalentamos el horno a 200ºC.

Mientras pintamos el roscón con el otro huevo batido y lo decoramos con la fruta escarchada –imprescindible la naranja confitada–, las almendras fileteadas y el azúcar granulado. Por último, horneamos el roscón entre 15 y 20 minutos a 200º o hasta que la superficie esté dorada. Dejaremos enfriar ligeramente antes de degustarlo.

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Origen del Roscón de Reyes

¿Sabes cuál es el origen del Roscón de Reyes? Dicen que el mayor promotor de este dulce fue el rey francés Luis XV. Cuenta la historia que el cocinero de la Corte, de origen eslavo, quiso agasajar al Monarca el día de la Epifanía con un roscón tradicional de su tierra, pero con una sorpresa en su interior: un medallón de diamantes que compró gracias a la colaboración de otros miembros del servicio.

Mientras que la tradición se perdía en Europa del Este, Luis XV quedó encantado con el invento y se dedicaría a propagarlo, con una moneda en su interior como sorpresa, entre la aristocracia francesa y europea. Así fue como, a lo largo del siglo XVIII, llegaría a España, donde recibió una excelente acogida. Pronto la costumbre pasaría de los nobles al pueblo llano, siendo Madrid y Sevilla importantes baluartes de esta obra maestra de la repostería. Poco a poco, todo el país y sus colonias (sobre todo México) se fueron dejando seducir por su sabor único.

 

 

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