miércoles, 1 de junio de 2016

Alimentación consciente


Hoy en día el estrés (la enfermedad más corriente del siglo XX y de lo que llevamos del XXI) está, incluso, socialmente bien vista. Incluso se asocia ir lento con estar deprimido e ir con prisas con estar sano y lleno de “vitalidad”.

Por supuesto, esto no es así. Para los que quieran recuperar la capacidad de caminar dando un paseo (no preparándose para una maratón), de disfrutar de un buen libro en silencio o de deleitarse con algo tan cotidiano como la comida, he aquí una serie de pautas para incorporar el concepto de la calma a la alimentación (alimentación consciente), llevando así la conciencia a una faceta más de su vida cotidiana:

Antes de las comidas:

Beber todo el agua que se quiera MEDIA HORA ANTES O DESPUÉS DE LA COMIDA, no durante o inmediatamente después, para evitar aguar los jugos gástricos. Evitar las bebidas con gas, ya que dilatan el estómago en vez de reducir su tamaño, que es lo que pretendemos.
Si tenemos mucha hambre, comernos una pieza de fruta antes de prepararnos la comida, ya que el cerebro tarda media hora en registrar que ha entrado alimento en el estómago, pero en el caso de la fruta lo detecta en 5 minutos, con lo cual el efecto saciante de la fruta es inmediato.
Si comemos más de una pieza de fruta, que sea de la misma (sin mezclar distintos tipos). No comer fruta tras las comidas, sólo en ayunas o antes, ya que si no fermenta en el estómago y provoca problemas digestivos.
Si tenemos hambre y sueño simultáneamente lo mejor es que comamos una pieza de fruta, nos echemos a dormir y comamos tranquilamente al despertar. Después de comer fruta, dejar pasar 2 h como mínimo antes de comer grasas, y después de comer grasas dejar pasar 4 h antes de comer fruta u otros azúcares. Comer siempre que sintamos hambre, priorizando la fruta como “picoteo” sano entre horas.
Cocinarnos sólo la mitad de la cantidad de comida que comíamos hasta ahora. Si la alimentación consciente se hace bien, incluso podría sobrarnos. Llevarnos a la mesa todo lo que nos vayamos a comer, para evitar viajes impulsivos a la nevera a por más comida. Poner la comida en platos pequeños para engañar al cerebro y que piense que hay más de la que hay. Comer con tenedores y cucharas de postre.
Es mejor comer un plato único en cada comida en vez de varios platos, exceptuando las ensaladas antes de la carne, el pescado, los huevos y el queso, ya que el hacer primer y segundo plato nos estimula a comer más cantidad.
La comida que haya que masticar nos saciará más que las cremas y las sopas. Por ejemplo, es mejor que te comas una ensalada con tomate y pepino cortados a tacos que un gazpacho.

Empezamos a comer:

Nos sentamos a la mesa con la TV apagada, sin música ni libros, para no distraer al cerebro (alimentación consciente). Si estamos con alguien, comer en silencio (la conversación con otra persona distrae tanto o más que la televisión). Hemos de estar pendiente sólo del olor, sabor y textura de lo que comemos, disfrutándolo al máximo para, psicológicamente, también saciarnos al máximo. Si comer se hace aburrido, buena señal, porque eso nos hará perder la adicción por la comida y nos hará valorar más otras cosas.
Por el mismo motivo (alimentación consciente), olvidar todas las preocupaciones, tomas de decisiones, etc. a la hora de empezar a comer, ya que nos dan ansiedad y comemos más, porque nuestro cerebro está distraído pensando y no detecta ni valora lo que estamos comiendo (falta de conciencia). Podemos ayudarnos a parar la mente haciendo 10 respiraciones profundas antes de empezar a comer y, si tenemos muchas cosas en la cabeza y llevamos un ritmo de vida acelerado, meditar (escuchar los pensamientos) durante un mínimo de 5 minutos antes de empezar a comer, hasta que ya no tengamos nada más que decidir ni en qué pensar (mente vacía). Así aprovechamos el momento de la comida para meditar y conectar con nosotros mismos.
Hemos de estar sentados cómodamente, con la espalda recta y los riñones sujetos por la silla. Si estamos incómodos, el cerebro envía el mensaje de acabar pronto la comida, y entonces comeremos más rápido.
Comemos todo lo despacio posible, a bocados super pequeños, masticando totalmente los alimentos y concentrándonos en el sabor, el olor y la textura. Entre bocado y bocado, hacer una pausa (si nos aceleramos, contar lentamente hasta cinco o hacer 3 respiraciones profundas).
No cogemos más comida del plato hasta que hemos tragado lo que tenemos en la boca. Cuidado con los bocadillos y las cosas que se comen a bocados, porque es fácil morder más de la cuenta si nos despistamos. Dejar de comer, aunque no hayamos acabado, en cuanto sintamos sensación de saciedad, y guardar lo que nos ha sobrado para la noche o para el día siguiente (la alimentación consciente incluye el valor ético de no tirar comida).

Al acabar de comer:

Lavarnos bien los dientes (los restos de comida en la boca pueden provocar nuevamente el hambre), y hacer algo que nos guste mucho, para que todavía tengamos más ganas de terminar de comer.

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