martes, 25 de octubre de 2016

Las sales que alimentan la vida

Los minerales son tan esenciales como las vitaminas, pero a diferencia de ellas se encuentran en la naturaleza sin formar parte de los seres vivos. En el cuerpo son necesarios en procesos metabólicos fundamentales.

Aunque constituyen en sólo el cinco por ciento de la masa corporal, los minerales poseen una gran importancia porque intervienen en la elaboración de tejidos, en la síntesis de hormonas y en la mayor parte de las reacciones químicas que permiten el mantenimiento de la vida.
La cantidad de elementos minerales presentes en el cuerpo es de 28, pero actualmente se consideran esenciales una docena, cuya relevancia para la salud es equiparable a la de las vitaminas. La deficiencia de minerales puede ocasionar un variado abanico de problemas de salud. Por ejemplo, la carencia de calcio durante la etapa de crecimiento y la juventud favorece el desarrollo de osteoporosis en la edad adulta. La deficiencia de magnesio y selenio tienen relación con la aparición de enfermedades cardíacas, y la de cinc con la debilidad del sistema inmunitario.
Los nutrientes minerales se dividen en dos grupos, según la cantidad en que se necesitan. Los macroelementos, cuyas necesidades son superiores a los 100 mg diarios, y los microelementos, que deben obtenerse en dosis de unos pocos miligramos e incluso en microgramos. A los primeros pertenecen el calcio, el magnesio, el potasio, el sodio, el cloro, el azufre y el fósforo, entre cuyas funciones se encuentran constituir el material del que están hechos los huesos o regular la distribución de líquidos en el cuerpo. A la segunda categoría pertenecen el hierro, el cinc, el selenio, el cobre, el yodo, el manganeso y el cromo entre otros. Los que se necesitan en dosis menor reciben el nombre de oligoelementos.
Es importante que la obtención de minerales se realice respetando determinadas proporciones, pues en el organismo funcionan de manera interdependiente. Por ejemplo, la obtención de potasio debe ser entre cuatro y siete veces superior a la de sodio para que el transporte de nutrientes hasta las células sea óptimo. El equilibrio también debe cuidarse entre las cantidades ingeridas de calcio y fósforo –que deben ser similares– y las de magnesio –la mitad–. En la dieta que sigue la mayoría de la gente estos equilibrios no se respetan: se consume demasiado sodio en detrimento del potasio, y mucho fósforo y poco magnesio en comparación con el calcio. En general, para recomponer el equilibrio es necesario aumentar la presencia en la dieta de frutas, verduras, cereales integrales, semillas y frutos secos.

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