Ayuda a regular el tránsito intestinal, a tratar los trastornos digestivos, favorece la eliminación de ácido úrico, resulta recomendable para tratar determinadas afecciones de corazón debido a su alto contenido en potasio y bajo en sodio... y lo mejor de todo: elaborado como dulce de membrillo, está delicioso. Y es que no por casualidad, este fruto de color amarillento y de pulpa dura era ya utilizado y alabado por las más antiguas civilizaciones como la griega o la romana. Tanto es así que, incluso, llegó a ser conocido como “alimento de dioses” por sus múltiples propiedades beneficiosas para la salud y su exquisito sabor. Tampoco la medicina natural ha pasado por alto sus cualidades para combatir afecciones como las quemaduras, las hemorroides, los sabañones o las grietas en la piel.
Un sabroso manjar que cada otoño inunda las tiendas y comercios para deleite de los más golosos y cuyas posibilidades gastronómicas son de lo más variadas. Tal vez uno de sus mejores “acompañantes” sea el requesón, el queso fresco o las nueces (el contraste dulce-salado funciona a la perfección), aunque también puede ser ingrediente de otras muchas recetas.
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