sábado, 16 de octubre de 2010
El extraño mundo de los transgénicos en Uruguay
En Uruguay se siembran ampliamente dos cultivos transgénicos: la soja y el maíz. Mientras toda la soja sembrada es transgénica, en el caso del maíz se siembran tanto maíces convencionales (híbridos y criollos) como dos tipos de maíz transgénico (Mon 810 y Bt11). Paulatinamente los cultivos transgénicos han ido desplazando a otros cultivos agrícolas, siendo en este momento la soja transgénica el que ocupa la mayor extensión de hectáreas cultivadas.
En la zafra 1999/2000 la superficie sembrada de soja transgénica llegó a menos de 9.000 hectáreas. Sin embargo, el área sembrada creció vertiginosamente en los años siguientes, llegando a las 863.158 hectáreas durante la zafra 2009/10.
En relación al maíz, la Dirección de Estadísticas Agropecuarias (DIEA), registró durante la zafra 1999/00 42.300 hectáreas y en el zafra 2009/10 la superficie fue de 96.026 hectáreas sembradas de este cultivo, siendo probable que gran parte de ese crecimiento sea atribuible a la siembra de maíz transgénico.
El misterio del maíz
Sin embargo, es importante señalar que en el caso del maíz no es posible saber cuantas son las hectáreas sembradas con maíz transgénico. Ello se debe, por un lado, a que al momento de llevar a cabo las encuestas, la DIEA no pregunta al productor si el maíz sembrado es o no transgénico. O sea, que la DIEA no dispone de dicha información. Por otro lado, porque el organismo encargado de llevar el registro de todos los sitios donde los maíces transgénicos son sembrados es la Dirección Nacional de Medio Ambiente, (DINAMA), no está en condiciones de hacer pública esa información.
Lo anterior requiere una explicación. La DINAMA posee la información, sitio por sitio, del área sembrada con maíz transgénico. De acuerdo con la ley 18.381, dicha información es pública. La DINAMA está de acuerdo con revelar dicha información. Pero hay un escollo, que se llama Cámara Uruguaya de Semillas (CUS), que se opone a que la misma sea difundida y hasta ahora lo ha logrado. Dada la situación, cabe preguntarse quién tiene mayor poder de decisión en las políticas públicas: ¿un organismo del estado como la DINAMA o un organismo privado como la CUS?
Los impactos que no muestran las estadísticas
Las cifras difundidas por la DIEA muestran claramente el aumento de las áreas sembradas con estos cultivos, pero las mismas no muestran los impactos que se están generando.
Las consecuencias de este nuevo modelo son ampliamente reconocidas hasta por los gobernantes, como es el caso de la concentración y extranjerización de la tierra. Sin embargo, no existe voluntad política para revertir el fenómeno y solo se ha mencionado que no se permitirá la venta de tierra a estados extranjeros, aunque sí a empresas privadas extranjeras, por lo que el proceso continuará como hasta ahora.
Por otro lado este modelo agroexportador resulta en la expulsión de pequeños productores de sus campos y en la desaparición de sus chacras. Son dos modelos de producción totalmente antagónicos, que no pueden coexistir y donde el más poderoso termina eliminando al más débil.
Esta agricultura industrializada tampoco genera empleos. Muy por el contrario, se trata de un tipo de producción realizado por maquinarias, ocupando entre 2 a 3 personas cada mil hectáreas, agudizando, de esta forma, aun más la pobreza del país.
El uso masivo de agrotóxicos está íntimamente enlazado con los cultivos transgénicos, y por ende resulta en graves impactos de contaminación del agua y el suelo, destrucción de la flora y fauna y afectación de la salud de las personas.
Y más transgénicos
Entre agosto y diciembre del 2009 se autorizaron nuevos maíces y soja transgénicos con el objetivo de ser “evaluados” y seguramente pronto serán autorizados para ser comercializados y sembrados en el país.
A su vez, en esas mismas fechas se autorizó una nueva variedad de soja transgénica para ser sembrada en Uruguay y para exportar las semillas resultantes hacia Estados Unidos, modalidad que probablemente se vuelva a realizar este año. Aunque parezca (y sea) contradictorio, esas semillas de soja, producidas en Uruguay, no están autorizadas para comercializarse en nuestro país, sino que deben ser exportadas. Sin embargo: ¿cómo será posible controlar que todas las semillas sean exportadas y no quede ninguna en los rastrojos? ¿Qué pasa con estos residuos no aprobados? ¿Habrán quedado esparcidos en los campos como recuerdo de lo no aprobado?
Tema de toda la sociedad
En distintas instancias, la población ha manifestado su oposición a los cultivos transgénicos. En el 2003 se opuso masivamente a la autorización del maíz transgénico. Sin embargo, las autoridades hicieron caso omiso a tal oposición, argumentando que la información para aceptar su evaluación era suficientemente adecuada. Vale enfatizar que dicha información fue aportada por las propias empresas que solicitaron su autorización.
Las empresas han sido históricamente quienes han definido qué producir y dónde hacerlo. Sin embargo, los impactos resultantes perjudican a toda la población y ésta no es escuchada por los gobernantes; muy por el contrario, en pos de un país “productivo” se lo está destruyendo a ojos vistas
Al momento de definir el modelo al que se apuesta, es obvio que se trata de un tema de toda la sociedad. Sin embargo, algo que parecería ser tan obvio no lo es en la práctica. Es así que los reclamos de las comunidades directamente afectadas (productores familiares, apicultores, pescadores, poblaciones que han tenido que convivir con fumigaciones áreas y terrestres y sufrir las consecuencias de estas aplicaciones), aun siguen sin ser atendidos.
Como modo de evitar los impactos a nivel local, se ha reclamado el establecimiento de zonas libres de cultivos transgénicos, por considerárselo un derecho de las comunidades. La respuesta sigue siendo que la “coexistencia” entre cultivos transgénicos y convencionales es posible. No se ha tomado en cuenta que la “coexistencia” no es posible si uno de los actores involucrados no está de acuerdo, tal como lo han manifestado distintos sectores de la población.
En el cierre de la Expo Prado 2010, el ministro Aguerre dijo que “Uruguay es el país más agropecuario del planeta y que alcanzó siete años de crecimiento excepcional, con una producción capaz de alimentar a 60 millones de personas”. Frente a esta declaración, cabe la preocupación de si no se estará yendo demasiado rápido y en el afán de alimentar a tantos millones de personas, el país vaya a dejar sin alimento a su propia población. www.ecoportal.net
RAPAL Uruguay y Rel-UITA
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