jueves, 12 de enero de 2012

El poder curativo del agua (1ª parte)



Desde 1979 se la considera un medicamento y su tratamiento químico ingresa en el dominio de la farmacología. Su efecto terapéutico se basa en la reacción y punto de contacto del organismo con el aspecto mental y espiritual del ser humano.

El agua contribuye a la disolución de los alimentos en el intestino, transporta los minerales y nutrientes por la sangre a todas las células del cuerpo, y por medio de la orina elimina los desechos. Entre el 60 y 70 por ciento del peso total del cuerpo es agua; un 4,5 por ciento se aloja en los vasos sanguíneos –agua plasmática– y el 16 por ciento del peso corporal se encuentra en el agua extra celular. El cuerpo va consumiendo diariamente esos porcentajes de agua. Los pulmones absorben 800 milímetros diarios, el aparato urinario 1 litro y las heces 100 milímetros. Estas cifras que se pierden deben compensarse a través de la alimentación. Lo que comemos desprende diez litros de agua por día y ese volumen es reabsorbido por el intestino grueso y el colon.
La deshidratación se presenta cuando se lleva al cuerpo menos agua de la que se consume, y entonces se quiebra el balance hídrico. Su gravedad varía, según se dé en el interior o el exterior de las células. La deshidratación extracelular hace que la piel se reseque. La intracelular, en cambio, produce fiebre y sed. El cuerpo humano pierde agua por cuatro vías:
El riñón, mediante la orina.
El tubo digestivo, por medio de las heces.
La piel, debido al sudor.
El aparato respiratorio, a través del aire que se exhala.

El agua que se bebe es absorbida por el organismo en el último tramo del intestino delgado y al comienzo del grueso. Sólo una parte de ella se va con las heces. Cuando hay inflamación intestinal, este proceso se altera en forma perjudicial, y se puede llegar a perder una gran cantidad de agua en la defecación. Para evitar la deshidratación, hay que tomar más agua que la habitual.
Si el organismo incorpora agua en exceso, también se descompensa: aumenta la presión arterial y la persona tiene vómitos y dolor de cabeza. El riñón es el regulador central encargado de mantener el nivel de la cantidad de agua del organismo. Decide si debe aumentar o disminuir el volumen de orina que se eliminará, según cuál sea la contabilidad que le envía la sangre.

El primer nutriente

El primer nutriente que el cuerpo necesita es el agua. Genera energía. Disuelve los minerales, las proteínas y otros componentes solubles en la sangre, que a su vez transporta esos nutrientes y los distribuye por todo el cuerpo. Podemos pensar a la sangre como un océano con distintas especies de peces en él (glóbulos rojos, blancos, proteínas y enzimas que nadan hacia un destino).
Un buen signo para detectar el estado de las necesidades de agua en el cuerpo es a través del color de la orina. Una persona bien hidratada produce orina prácticamente incolora (sin contar el color que le dan las vitaminas o los aditivos de color en la comida). En contraposición, una persona mínimamente deshidratada produce orina de color anaranjado.
Cuanta menos cantidad de agua se tome, los riñones tendrán que trabajar más para concentrar la orina y excrementos debido a que se acumulará más toxicidad química.
Si el agua se ingiere en la mitad de la comida no entorpecerá la digestión drásticamente como muchos creen, pero la deshidratación durante la comida sí lo hará.

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