miércoles, 24 de diciembre de 2014

Que el alimento sea tu medicina


El tratamiento mediante los alimentos es una de las terapias naturales más eficaces y tradicionales. Pero la dietoterapia no sólo sirve para curar enfermedades sino sobre todo para prevenirlas y vivir con más bienestar.

Dado que el cuerpo necesita energía y nutrientes para realizar todas sus funciones –ya sea a nivel celular, de los órganos o de los grande sistemas fisiológicos–, los alimentos elegidos y sus cantidades repercuten directamente sobre la salud. Por eso la dieta puede ejercer una función preventiva frente a la enfermedad e incluso ayudar a curarlas si se ha manifestado.
El uso terapéutico de los alimentos es seguramente tan antiguo como el ser humano. Hace 2.500 años, en la Grecia clásica, Hipócrates ya aconsejaba: “Que tu alimento sea tu medicina y la medicina sea tu alimento”, tal como preconizaba también la medicina del Antiguo Egipto. Sin embargo, la medicina europea, fascinada por las posibilidades de los fármacos, apenas ha prestado atención a la curación a través de la dieta. Pero las cosas han cambiado en las últimas décadas. Actualmente los médicos convencionales prescriben regímenes especiales para determinados problemas de salud, como la hipertensión (dieta baja en sodio), la diabetes (dieta baja en azúcares) o el colesterol (dieta baja en grasas saturadas), pero en general no se aprovechan a fondo las propiedades de los alimentos. La práctica médica convencional sólo presta atención al aporte de nutrientes cuando se presentan auténticos síndromes carenciales, que son muy poco frecuentes.


Tradicional en oriente

En cambio, el uso medicinal de los alimentos en las medicinas tradicionales de la China y la India es habitual: todos los pacientes reciben recomendaciones dietéticas que se adaptan a su constitución individual. En estas dos culturas, la preparación de los alimentos y la selección de ingredientes se valoran tanto por sus efectos favorecedores de la salud como por sus sabores. En nuestra cultura, son los médicos naturistas y los dietistas quienes más han contribuido a conservar y desarrollar ese tipo de saber. Suelen aconsejar a sus pacientes que incluyan determinados alimentos y excluyan otros.
Por ejemplo, a las personas asmáticas o con bronquitis crónica se les indica a menudo que supriman o reduzcan el consumo de productos lácteos porque estos suelen generar mucosidad, algo que la medicina convencional no suele tener en cuenta. Las personas con trastornos inflamatorios también pueden controlar los síntomas consumiendo menos aceites hidrogenados y saturados (productos lácteos, mantequillas y margarinas...), y más aceites monoinsaturados (aceite de oliva...) y poliinsaturados (lino, pescado...).
En los últimos años ha aumentado el interés acerca de la comida como medicina. Muchas personas, incluidos los científicos, se han dado cuenta de que los alimentos no presentan los inconvenientes de los medicamentos, como creación de dependencias o efectos secundarios, y ejercen una fuerza positiva intrínseca.


Compuestos asimilables

Los alimentos aportan compuestos que se encuentran en el entorno del ser humano desde hace millones de años y que por tanto son asimilados sin dificultades. Cada día se conocen mejor las complejas fórmulas naturales de los alimentos, las propiedades de cada una de sus moléculas. Los estudios científicos han demostrado una peculiaridad que demuestra la sabiduría de la naturaleza: los efectos del alimento completo suelen ser más beneficiosos que los de las sustancias aisladas. Por ejemplo, el betacaroteno se asimila mejor cuando se ingiere la hortaliza entera que cuando se toma en forma de suplemento.
Los avances en el conocimiento de las propiedades de los alimentos –sobre el efecto beneficioso de los compuestos antioxidantes presentes en los vegetales, o las propiedades de los ácidos grasos monoinsaturados e insaturados– justifican que las autoridades sanitarias comiencen a realizar recomendaciones dietéticas.
En España, por ejemplo, se aconseja seguir la dieta mediterránea, aumentar la cantidad de frutas y verduras, y reducir la ingesta de grasas saturadas, pues se espera con razón que estos cambios reduzcan la incidencia de algunas enfermedades, como las cardiovasculares, la diabetes, la obesidad o el cáncer. Pero la dietoterapia consigue los mejores resultados con el tratamiento individualizado. La dieta es un aspecto más del estilo de vida personal, constituido también por las características del entorno y factores psíquicos, sociales, culturales... Todos influyen sobre la salud en alguna medida, pero la dieta es el aspecto determinante más controlable y fácilmente modificable. No se pueden cambiar los genes heredados, ni controlar la calidad del aire que se respira, ni evitar por completo el estrés del trabajo, en cambio sí se puede decidir qué comer y qué no comer. Un médico naturista o de un dietista pueden ajustar la dieta de una persona para adaptarla a sus necesidades y su dolencia concreta.
Por otra parte, cualquiera puede intentar diseñar su régimen personal acudiendo a buenas fuentes de información. En general, una persona interesada por su dieta, además de seguir las recomendaciones generales, debiera preocuparse por obtener suficiente cantidad de fibra, vitaminas C, E y del grupo B, betacarotenos y otros flavonoides antioxidantes, hierro, cinc, magnesio y ácidos grasos insaturados del grupo omega 3.


Combatir deficiencias

Los especialistas en terapia nutricional pueden descubrir deficiencias nutricionales leves que a largo plazo podrían provocar enfermedades mayores. También pueden diagnosticar intolerancias alimentarias, alergias, saturación de contaminantes, deficiencias enzimáticas, trastornos intestinales o infecciones por hongos que exijan tratamiento mediante dietas específicas. La consulta con uno de estos expertos no sólo es interesante porque pueden prescribir un tratamiento eficaz sino porque enseñan a alimentarse correctamente.
Algunos expertos en terapia ortomolecular administran suplementos nutricionales además de prescribir dietas. Este tipo de terapia se basa en la idea de reequilibrar el organismo proporcionándole las sustancias que requiere para su funcionamiento óptimo, y en las que la dieta moderna, demasiado centrada en los alimentos refinados, suele ser a veces deficitaria. Por ello en la terapia ortomolecular las vitaminas y los minerales se consideran auténticas medicinas, no complementos alimentarios.

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