martes, 5 de julio de 2011

La CEREZA



Las cerezas, ricas en vitaminas y depurativas, dan vitalidad y refuerzan las defensas. Tan sugerente como su color rojo es el sabor que regalan en la boca.
Los cerezos pertenecen a la familia de las rosáceas, del género prunus, como el albaricoque, la ciruela o el melocotón. Pequeñas perlas de salud
Aunque en la composición de la cereza no destaca ningún nutriente en especial, los contiene casi todos en pequeña cantidad. De su 13% de azúcares, el más importante es la fructosa, lo que hace a las cerezas aptas para los diabéticos. Las proteínas están presentes en un 1%. Aportan pocas calorías (solo 58 por 100 g) pero contienen buenas dosis de vitaminas C y B, así como de varios minerales y oligoelementos.
Una ración de 200 gramos de cerezas proporciona la mitad de vitamina C que se requiere al día, el 14% del ácido fólico y pequeñas cantidades de betacaroteno y vitaminas B1 y B6. En cuanto a los minerales, las cerezas negras aportan más hierro y potasio que las más claras, pero todas contienen magnesio y silicio.
Protección antioxidante
Las cerezas contienen, además, ácidos orgánicos, fibra vegetal y antocianinas, unos flavonoides de alto poder antioxidante que se encuentran en ellas en mayor concentración que en muchas otras frutas (25 mg por cada 100 g).
Otra peculiaridad es su contenido en ácido salicílico, de acción antiinflamatoria y antirreumática, así como en melatonina, una hormona que segrega la glándula pineal por la noche, cuya función es regular los ritmos del sueño y la temperatura corporal. Beber zumo de cereza regularmente es una buena manera de obtener una dosis extra sin riesgos para la salud.
Aliadas frente a la gota
Las propiedades diuréticas y depurativas de las cerezas, así como su escasez en sodio y grasas, las hace idóneas en caso de hiperuricemia, hipertensión arterial, celulitis y otros problemas derivados de la retención de líquidos y toxinas. Parece demostrado que comer entre 15 y 25 cerezas al día contribuye a normalizar el nivel de ácido úrico en la sangre y a reducir la frecuencia y aparición de los ataques de gota, así como la formación de cálculos renales.
En cambio, no es tan aconsejable comer cerezas regularmente si se tiene tendencia a formar piedras en el riñón, ya que el ácido oxálico que contiene esta fruta puede formar sales con el calcio y favorecer su aparición.
Por otra parte, ayuda a reducir el colesterol sanguíneo y a controlar la glucemia.
Las cerezas se indican en caso de anemia, hepatopatía, insuficiencia cardiaca y convalecencia de procesos infecciosos, así como en afecciones neoplásicas. Conviene consumirlas asimismo si se toman diuréticos que eliminan potasio y en caso de bulimia, pues los vómitos originan grandes pérdidas de este mineral. Y gracias a su aporte en vitaminas del grupo B, mejoran la función cardiaca y se recomiendan a personas con tendencia a la depresión o fatiga crónica.
Una tentación exquisita
Las cerezas alcanzan su plenitud en primavera, aunque alguna variedad se prolonga hasta finales de verano. Además de consumirse como fruta de mesa, también es posible incluirlas en ensaladas, sopas, salsas, postres, helados o como guarnición de platos de carne.
Las hay dulces, ácidas y mixtas. Una de las principales diferencias es la que se establece entre cerezas y picotas. Las cerezas –generalmente dulces– presentan un rabo largo y fino, mientras que las picotas –más grandes, rojas y oscuras, y ligeramente ácidas– se comercializan sin el rabo, ya que se desprende de manera natural al ser recolectadas.
Compra y conservación
A las cerezas no les convienen los cambios bruscos de temperatura. Deben conservarse en la parte alta de la nevera, sin amontonarlas y tapadas con film o un paño, un máximo de tres días. Como no aumentan su dulzor tras la recolección, deben elegirse y consumirse en su punto.

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