jueves, 12 de septiembre de 2013

Los “agrocombustibles” están dejando sin las tortillas a un pueblo con hambre

Hoy en día la entrada en vigencia de leyes en Estados Unidos y en Europa que ordenan el incremento del uso de biocombustibles en automóviles, está teniendo efectos devastadores especialmente en los países pobres como Guatemala, pues la tierra antes dedicada a la producción de alimentos para los humanos está siendo ahora utilizada para el cultivo de productos agrícolas más rentables, como la palma africana, cuyo aceite es uno de los productos con más demanda mundial para su conversión en biocombustible. Y aunque hace dos décadas el cultivo de la palma africana era prácticamente inexistente en Guatemala, el aceite de palma es ahora, después del azúcar y bananas, el tercer producto de exportación que de acuerdo a las estadísticas sobre el comercio de las Naciones Unidas, se incrementó en más de un tercio en el 2011. En un reciente artículo publicado por el The New York Times el cual enfoca principalmente el efecto negativo que la agroindustria de los biocombustibles está teniendo en el modo de vida de la mayoría pobre en Guatemala, este menciona, por ejemplo, las constantes quejas de la gente ante la subida del precio del maíz, de que hace tan solo un año atrás se podían comprar ochotortillas con un quetzal mientras que hoy en día apenas alcanza para comprar cuatro, por otra parte los huevos han triplicado su precio ya que las benditas gallinas se alimentan de maíz. Esto es alarmante por que siendo Guatemala un país con una economía cuya base principal es la actividad agrícola y en donde el maíz, un legado ancestral de los mayas, ha ocupado un lugar preferencial en la producción agrícola como ingrediente principal en la dieta básica de la mayoría de la población del país que, desde la década de los 90 se ha vuelto dependiente del maíz importado desde Estados Unidos, que a causa de los subsidios que recibe hace que los agricultores locales no puedan competir, lo que ha provocado una caída en la producción del cereal de aproximadamente un 30 por ciento per cápita entre 1995 y el 2010 Guatemala que alguna vez se aproximó a un nivel de autosuficiencia en la producción de maíz, está experimentado los efectos de la expansión a nivel global de la industria de los biocombustibles, que ha contribuido a una subida en los precios de los alimentos y a la escasez de tierra para el cultivo de productos agrícolas básicos en la cadena alimentaria humana en regiones pobres de Asia, África y América Latina, debido a que la materia prima se cultiva donde resulte más barato. Según reporta el New York Times citando a un experto dela Universidad de Tufts que trabaja con Actionaid, en ninguna parte, quizás, la presión es más fuerte que en Guatemala, que está “siendo golpeada desde ambos lados del Atlántico” en sus campos y en sus mercados. Con su dieta basada en el maíz y la proximidad con Estados Unidos, Guatemala y el resto de los países Centroamericanos han sido por mucho tiempo vulnerables a los vaivenes relacionados con la política del maíz en los Estados Unidos. Esto es más que evidente ahora que los EUA están usando el 40 por ciento de su cosecha de maíz en la producción debiocombustibles y por lo tanto no es sorpresa que los precios de la tortilla se hayan duplicado en Guatemala, que importa casi la mitad del maíz que consume. Adicionalmente, las tierras más fértiles del país, que estan en posesión de un puñado de familias latifundistas, han probado ser las ideales para la producción de materia prima necesaria en la elaboración de los biocombustibles. Así por ejemplo, el departamento de Suchitepéquez que hace cinco años se destacaba por ser una región productora demaíz esta ahora cubierto con caña de azúcar y palma africana. Pequeños agricultores que antes hacían uso de la tierra rentada para cultivar maíz para el consumo propio, ahora la dedican al cultivo de la caña de azúcar para una compañía que exporta bioetanol a Europa. En un país donde la mayoría de las familias deben de gastar aproximadamente dos tercios de sus ingresos en alimentos, “el guatemalteco promedio esta ahora más hambriento a causa del desarrollo de la industria de los biocombustibles”, esto de acuerdo a la investigadora Katja Winkler que trabaja para la organización guatemalteca sin fines de lucro Idear, que estudia cuestiones del área rural. Aproximadamente 50 por ciento de los niños enfrentan problemas de desnutrición crónica, siendo según las Naciones Unidas, la cuarta tasa más alta en el mundo. Debido a mandatos emitidos en los Estados Unidos y Europa para que se aumente anualmente el volumen de biocombustibles que debe ser mezclado con los combustibles fósiles para reducir las emisiones de dióxido de carbono de los automotores y para fortalecer la seguridad energética nacional, se ha dado un incremento en la demanda de biocombustibles. Esta situación ha sido aprovechada por grandes compañías como el Ingenio Pantaleón, líder en la producción de azúcar en Guatemala, para incrementar el monto de sus ganancias dado el crecimiento de más de 30 por ciento en la demanda anual. Y aunque el Banco Interamericano de Desarrollo afirma que la nueva industria de los biocombustibles si se desarrolla propiamente podría significar una buena infusión de dinero y trabajos para la economía rural, hasta ahora la industria azucarera provee unos 60,000 trabajos y la industria de la palma africana 17,000 en plantaciones con bajo costo laboral. Nada ejemplifica mejor la preocupante situación y el sufrimiento que la conversión de alimentos en combustibles está generando sobre los pobres de Guatemala que el sentimiento expresado por uno de los líderes de la organización campesina C.U.C. quien dice: “Los biocombustibles tienen sus pros y sus contras, pero no aquí. Esta gente no tiene suficiente para comer. Ellos necesitan comida. Ellos necesitantierra. Ellos no pueden comerse los biocombustibles y, ellos no manejan carros”. El uso doméstico de biocombustibles en Guatemala es casi inexistente. Según un análisis de un economista agrícola de la Universidad Estatal de Iowa, de no ser por las políticas de los Estados Unidos, orientadas hacia los combustibles renovables (incentivos y subsidios a la producción de biocombustibles) los precios del maíz en el 2011 se habrían reducido un 17 por ciento. Pero una vez los Estados Unidos empezó a hacer uso del maíz para cumplir con los estándares en el uso de los biocombustibles las importaciones de maíz barato terminaron y países como Guatemala que se volvieron dependientes de la importaciones de ese grano han tenido que sufrir la consecuencias, pues los precios se han ido por las nubes y como dice Guy Gauvreau, jefe del Programa Mundial de Alimentos de la ONU en Guatemala, “el uso del maíz para hacer biocombustibles ha hecho que los precios sean una locura” lo que según él “ no es éticamente aceptable”. Por otra parte, agrega el funcionario, debido a que el principal suplemento alimenticio de la agencia es una mezcla de maíz y soya, esta no puede permitirse ayudar a todos los niños guatemaltecos necesitados, la agencia no puede cumplir con su política de comprar maíz localmente pues ya no hay maíz producido aquí y los guatemaltecos no pueden cultivar esas tierras porque muchas de esas tierras están dedicadas al cultivo de productos para los biocombustibles. La aldea, La Ayuda es ahora una isla compuesta de desvencijadas viviendas en las inmediaciones de una gigantesca plantación de palma africana. Félix, un campesino de 51 años de edad, acostumbraba a cultivar maíz, frijoles y frutas en una pequeña parcela atrás de su casa, ahora él tiene que caminar varios kilómetros hacia un terreno de mala calidad en las faldas de un cerro que él renta por cuatro meses al año. “Cada día es más difícil sobrevivir ya que vivimos de la tierra y, cada vez hay menos y menos”, agrega el campesino. La producción de caña de azúcar que por mucho tiempo fue un pilar de las cosechas en Guatemala se ha disparado al abrirse nuevas oportunidades en el mercado de los biocombustibles. El Ingenio Pantaleón que exportaba mayormente productos alimenticios, ahora utiliza el 13 por ciento de su producción para combustibles, como resultado, los precios del azúcar se han incrementado al doble. Para los grandes latifundistas guatemaltecos el negocio de los biocombustibles les ha representado jugosas ganancias pues prefieran firmar contratos para rentar la tierra a las grandes compañías de la industria de los biocombustibles que dedicarlas al manejo de ganado vacuno o rentarlas a los pequeños agricultores con fines de subsistencia. Mientras que los ambiciosos empresarios de la industria de los biocombustibles se llenan de dinero proveniente del negocio, los pobres de Guatemala tienen que sufrir más hambre pues los magros ingresos económicos apenas y si alcanzan para suplir sus ingentes necesidades alimentarias. Los pobres campesinos anta la voracidad de los latifundistas y de la empresas, tienen enormes dificultades para encontrar en donde sembrar sus semillas y en casos como el de la pequeña comunidad de san Basilio, reportado por el New York Times, tienen que hacerle frente a las presiones de las empresas para que renten sus tierras y, sus cultivos tradicionales, como el maíz, sean sustituidos por los que proveen la materia prima para los biocombustibles como la palma africana. “Estoy tratando de no hacerlo porque necesito la tierra para cultivar maíz, dice un agricultor. Y luego agrega que la agricultura se ha vuelto más difícil porque lasplantaciones en las cercanías están desviando y mermando el caudal de los ríos para los sistemas de irrigación a gran escala. La ceniza resultante de la quema de los campos de caña después de la cosecha también daña su cosecha de maíz e irrita los pulmones de sus hijos. Ecoportal.net

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